En la azarosa vida de padre en la enseñanza española hay momentos de inevitable zozobra y por muy buen alumno que sea tu hijo, la Selectividad, sin duda, es el que se lleva la palma. Quiero empezar a concretar mi explicación por el final del proceso educativo para mostrar que es imposible, aunque se sea un excelente alumno, escapar a los errores de este penoso sistema.
Los alumnos que quieren cursar una carrera universitaria pasan cuatro años vegetando en la ESO en los que con suerte aprenden algo. Llegan sin esfuerzo a 1º de Bachillerato donde empiezan a encontrar dificultades en alguna materia, dependiendo fundamentalmente de lo exigente que sea el profesor. Normalmente para un buen estudiante nada grave. Y, súbitamente, desembocan en 2º de Bachillerato. Ya en la 1ª evaluación las notas suelen sufrir un acusado descenso. Nuestro hijo, empieza a quejarse de tal o cual asignatura o profesor, a estar ansioso, a hablar de notas de corte, de las PAU y de exámenes globales. Hoy en día no es raro el buen alumno que tiene que pasar por un psicólogo para dominar su ansiedad. ¿Qué está pasando en este crucial año de 2º de Bachillerato? Es la Selectividad.
Expliquemos la situación. Recuerdo que nos encontramos en el caso de un buen alumno. Lo normal es que casi nunca se haya enfrentado a un examen de más de una hora en toda su vida escolar. No tiene por qué haber hecho un examen global de toda una asignatura. Tampoco ha salido nunca de su centro ni ha sido examinado por nadie externo. Y de repente se enfrenta a un examen de Selectividad en el que se juega su futuro y en el que tiene que examinarse de muchas asignaturas completas en tres días. Y, aún más, el temario no está decidido por su profesor sino que depende de la Universidad. El profesor no lo puede cambiar, ni acortar, ni simplificar. Y además, el centro y el profesor se juegan su prestigio. Después de 10 años de sistema “comprensivo” es decir no competitivo y de un 1º de Bachillerato que pasa sin pena ni gloria nuestro hijo, excelente alumno, se encuentra con la realidad. No está jugando, no está cooperando. Está compitiendo con toda su generación por un puesto en la Universidad. Y nadie se lo ha dicho así. De repente se entera cuando mira sus notas, ve que han bajado y que no llegan para realizar los estudios que él desea. Conclusión: le hemos engañado. Reacción: ansiedad, inseguridad, miedo a lo desconocido. ¡Realmente nunca ha sido puesto a prueba en serio!
¿Cómo es nuestro sistema de Selectividad? Pues confuso, oscurantista, contradictorio e injusto. Intentaré explicarlo, pero no se quejen si tienen que leerlo varias veces para entenderlo.
En primer lugar la Selectividad es teóricamente independiente del Bachillerato. Es decir las asignaturas y sus temarios vienen fijadas por una ley y una autoridad (ministerio, consejería de educación) y la selectividad por otra (Universidad de la zona en la que el alumno cursa los estudios) y no tienen por qué coincidir. Como esto sería absurdo la Universidad nombra para cada asignatura un “armonizador” (antes coordinador) que se encarga de comunicar a los profesores de 2º de Bachillerato en qué va a consistir el examen. También es quien pone realmente el examen y dicta las normas para su corrección. Lógicamente casi todos los profesores, con un criterio pragmático, se olvidan del temario oficial y se centran en aquello que el armonizador indica. Esto explica la sorpresa del alumno al iniciar el 2º de Bachillerato, puesto que se está enfrentando a una unificación de temario hasta ahora desconocida por él y a un nivel de exigencia fijo que no tiene por qué adaptarse a su nivel, como sí debe hacerse en la ESO según la ley. También se enfrenta a un tipo de examen global, con muchos contenidos, para el que no está preparado.
Pero, seamos optimistas. Nuestro excelente alumno supera las dificultades y se adapta al nuevo ritmo de enseñanza. El curso de 2º de Bachillerato acaba en mayo, para dar tiempo a los trámites universitarios, nuestro chico aprueba y se encuentra con el examen de selectividad en sí, las PAU.
¿Qué se pretende con este examen? Pues tres cosas en una. A saber:
Es un examen de Grado.
Es un Examen de Acceso a la enseñanza superior universitaria.
Y es un Examen de Acceso a una Facultad concreta.
Las tres cosas son distintas, pero nuestra cobarde legislación (ya veremos por qué) las une.
Es un examen de Grado, porque sirve para saber si el alumno y el Centro donde estudia tienen el nivel adecuado. Si la estadística demuestra que el centro está calificando con unas notas muy por encima de las obtenidas en el examen de Selectividad el centro puede ser investigado por tener un nivel bajo o por haber hinchado las notas fraudulentamente por encima del nivel real. Extraoficialmente se habla de que una desviación de dos puntos en la media provocaría una inspección. Lógicamente esto lo saben los directores de centro y los profesores veteranos y explica el aumento de exigencia que se da en este curso. En realidad esa función de la selectividad, aunque nuca se reconozca, es fundamental. Si no estuviera, habría centros que regalarían las notas. El verdadero problema es que se hace solo una vez y muy tarde (a los 18 años). Ni el alumno está preparado para ello, ni, a estas alturas, tienen remedio los errores.
Es un examen de Acceso a la Universidad evidentemente porque si no se aprueba no se puede cursar ninguna carrera universitaria. De hecho esta parece ser la función principal de la Selectividad. Sin embargo esto no es cierto. En realidad la aprueban año tras año más del 90% por lo que selecciona muy poco. A la mayoría de los alumnos (depende de su media de expediente) les basta con sacar un 4 de media, lo cual es realmente muy fácil. ¿Dónde está la trampa? Pues en la tercera función.
La verdadera razón de la Selectividad es la de restringir el acceso a determinadas Facultades que son las más solicitadas. De hecho la primera Selectividad se implantó, sustituyendo al Preuniversitario y su examen de Grado, para restringir el acceso a las facultades de Medicina, saturadas en España por la demanda, según algunos causada por una serie televisiva “Doctor Gannon” de finales de los 60 y principios de los 70. Otras facultades han estado de moda según los años, Ingeniería, Fisioterapia, INEF (que ya no se llama así), Derecho y ahora nuevamente Medicina. Aquí reside la cobardía y la injusticia. Pero esto es ya tema del siguiente post:
Cómo superar la Selectividad sin traumas.