jueves, 1 de septiembre de 2011

La jornada del profesor

La jornada de un profesor de Enseñanza Secundaria se mide en horas lectivas semanales. Es la mejor manera de intentar una cuantificación aproximada de algo que, por su misma naturaleza, es inconmensurable. Todas las demás consideraciones, leyes o normas son intentos absurdos de comparar cosas incomparables entre sí.

El trabajo que lleva dar una hora lectiva es también inconmensurable e incomparable para cada profesor. No es lo mismo dar una clase a dos alumnos que a 46. No es lo mismo dar clase en 3º de la ESO que en 2º de Bachillerato. No es lo mismo corregir un examen de Filosofía o de Historia que uno de Matemáticas o evaluar Educación Física.

Alegar que los profesores trabajamos poco por que “solo trabajamos 18 horas semanales” es desconocer nuestra profesión y cometer un agravio. Nadie cree que un actor trabaja poco por que esté sólo hora y media en el escenario. Nadie piensa que un presentador de radio que tiene un programa de tres horas diarias trabaje sólo esas horas. Nadie cree que un médico trabaje sólo el tiempo que está con el paciente. Es confundir el sistema de medición con el trabajo realizado. Ni siquiera una hora lectiva dura siempre 60 minutos.

El trabajo que genera una hora lectiva, fuera de “esa” hora es muy variable. Son las mal llamadas horas complementarias que están en proporción, no exacta, con las lectivas. A modo de referencia citaré: hay que preparar la clase, corregir los exámenes, hablar con alumnos en particular, con los padres, reuniones de Departamento, Claustros, evaluaciones, guardias cuando un profesor falta o hay alumnos castigados (tres horas a la semana normalmente), guardias de recreo, guardias de pasillo, visitas educativas, actividades extraescolares, exámenes extraordinarios, exámenes de recuperación, exámenes de septiembre, vigilancia de exámenes que no son propios, celebraciones y un largo etc. Medir todo esto con exactitud es también imposible.

Toda esta confusión de magnitudes vienen de intentar asimilar la jornada laboral de todos los profesionales a las famosas 40 horas semanales, cuando cada profesión tiene sus ritmos, sus formas óptimas de funcionamiento y sus servidumbres. Baste considerar, y el que haya dado clase lo sabe, que una hora de clase normal es mucho más costosa física y mentalmente que otra hora de trabajo “de oficina”.

Exactamente lo mismo pasa con el famoso argumento de que “tenemos muchas vacaciones”. Los que tienen vacaciones son los alumnos que necesitan el tiempo para estudiar, recuperarse y realizar otras actividades formativas que son tan imprescindibles o más que las lectivas, como campamentos o estancias en el extranjero. El profesor consciente corregirá y se formará en esas “vacaciones” y descansará también que tiene derecho, claro.

Otro argumento típico es que repetimos las clases que tenemos preparadas desde hace años. ¡Cómo si la Ciencia, la Filosofía o cualquier materia cambiase cada año! La ecuación de segundo grado sigue siendo igual y lo que dijo Aristóteles también. Cada profesor, aplicando su formación, hace una enorme inversión de tiempo en los primeros años para preparar bien las asignaturas, pero luego es absurdo pretender cambiar lo que funciona bien porque “se trabaja poco”. ¿O es que el médico va a cambiar un tratamiento que ya funciona para “trabajar más”? Evidentemente hay que reciclarse, formarse e innovar, pero no cambiar lo que está bien. Y la experiencia te ahorra trabajo, claro, en todas las profesiones.

Dicho todo esto ¿cuál es la jornada lectiva aconsejable para un profesor? La experiencia indica que lo mejor es dar de 3 a 4 clases diarias. Todos los sistemas educativos de los países con alto nivel educativo recogen cifras similares. Esto nos da un total semanal de entre 15 y 20 horas. En la enseñanza pública española la ley indica una horquilla de entre 18 y 21 horas con una norma que aconseja, cuando sea posible, no superar las 18. Sin embargo hay muchos casos en que se dan 19 o más.

En algunas comunidades autónomas regidas por el PP se ha dictado la norma de llegar a las 20 horas. Esta medida, por muchos otros argumentos que se den, sólo tiene un propósito: ahorrar contrataciones de interinos. En efecto, al aumentar el número de horas por profesor se reducen los profesores necesarios para dar las mismas horas, con lo que no es necesario contratar tantos profesores interinos para cubrir esas horas. Esto tiene dos efectos sobre el conjunto de profesores. Los que tengan trabajo (por ser funcionarios de carrera o hayan obtenido puestos interinos) trabajarán un 10% más. Y por otro lado, menos profesores interinos serán contratados y menos puestos de oposiciones se convocarán, es decir que habrá más paro entre los profesores. Esta medida se añade a la bajada de sueldo de un 9% (no un 5%) del año pasado. El ahorro en sí es escaso y su efectividad limitada pues habrá muchos sitios en los que no se pueda aplicar bien, las plantillas de los Institutos están pensadas desde hace mucho tiempo sobre la base de las 18 horas.

Esta medida no puede mejorar la calidad educativa de nuestro sistema de por sí muy maltrecha, sino empeorarla, pues habrá que trabajar más por menos dinero. Esto es evidente. Añadamos que no se toma ninguna medida real que vaya en la dirección de mejorar la enseñanza y que habrá más diferencias autonómicas, pues en unas comunidades la jornada será de 18, en otras de 20 y en cada una el sueldo es diferente.

Por tanto la medida es un claro error político pues ahorrará poco, generará dificultades y malestar en su aplicación, empeorará la calidad de enseñanza y dará argumentos a los que creen que el PP quiere perjudicar al sector público.

Mucho mejor hubiese hecho el PP en esperar a tener el Gobierno Nacional y tomar medidas sensatas que mejoren la calidad de enseñanza y corten el despilfarro en partidas no esenciales. Esto solo sirve para aumentar la desigualdad entre comunidades, agraviar a los profesores y crear caos al principio de curso pues no está nada claro cómo se va a aplicar. Y además le perjudicará electoralmente al PP.


1 comentario:

  1. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/09/13/espana/1315905117.html#comentarios


    leerlo hasta el final

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